JamiPozcord
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Hola amigos Windiceros
Recuerdo tantas ocasiones en las que me he quedado pensando, “¿Qué hubiera pasado si…?”. Esa típica pregunta que comienza como un susurro y termina resonando en la cabeza. Pero también entiendo que el presente siempre se convierte en pasado, y mientras estoy aquí reflexionando, el tiempo sigue avanzando, indiferente a mis ganas de pausarlo.
Hay días en los que lo acepto con filosofía. Pienso: “Bueno, de esto aprendí algo”, aunque sea una lección que llegó a través de errores o momentos difíciles. Pero, siendo honestos, no siempre es fácil. Porque hay experiencias que no solo pesan, sino que parecen clavarse en lo más profundo, recordándonos constantemente que las cosas podrían haber sido distintas.
Y es curioso, ¿no? Muchas veces no valoramos el presente hasta que se convierte en un recuerdo. Ese café con un amigo, esa conversación que parecía insignificante, o incluso un día cualquiera que no parecía tener nada especial. Después, cuando lo vemos desde la distancia, entendemos lo valioso que era.
La verdad es que el pasado, con todo lo bueno y lo malo, es lo que nos define. Somos un cúmulo de momentos, decisiones y experiencias, y aunque a veces queramos editar nuestra historia, lo único que podemos hacer es aprender de ella.
Creo que ahí está el truco: aceptar que el pasado no se puede cambiar, pero sí interpretar. Podemos elegir ver nuestras cicatrices como recordatorios de nuestras caídas, o como medallas de lo que hemos superado. Podemos lamentar lo que no hicimos, o agradecer lo que aprendimos por no haberlo hecho.
Así que, mientras escribo esto, me digo a mí mismo: vive el presente con intensidad, porque pronto será solo otro capítulo del pasado. Y aunque no puedas volver atrás para cambiarlo, sí puedes decidir cómo quieres recordarlo.
Recuerdo tantas ocasiones en las que me he quedado pensando, “¿Qué hubiera pasado si…?”. Esa típica pregunta que comienza como un susurro y termina resonando en la cabeza. Pero también entiendo que el presente siempre se convierte en pasado, y mientras estoy aquí reflexionando, el tiempo sigue avanzando, indiferente a mis ganas de pausarlo.
Hay días en los que lo acepto con filosofía. Pienso: “Bueno, de esto aprendí algo”, aunque sea una lección que llegó a través de errores o momentos difíciles. Pero, siendo honestos, no siempre es fácil. Porque hay experiencias que no solo pesan, sino que parecen clavarse en lo más profundo, recordándonos constantemente que las cosas podrían haber sido distintas.
Y es curioso, ¿no? Muchas veces no valoramos el presente hasta que se convierte en un recuerdo. Ese café con un amigo, esa conversación que parecía insignificante, o incluso un día cualquiera que no parecía tener nada especial. Después, cuando lo vemos desde la distancia, entendemos lo valioso que era.
La verdad es que el pasado, con todo lo bueno y lo malo, es lo que nos define. Somos un cúmulo de momentos, decisiones y experiencias, y aunque a veces queramos editar nuestra historia, lo único que podemos hacer es aprender de ella.
Creo que ahí está el truco: aceptar que el pasado no se puede cambiar, pero sí interpretar. Podemos elegir ver nuestras cicatrices como recordatorios de nuestras caídas, o como medallas de lo que hemos superado. Podemos lamentar lo que no hicimos, o agradecer lo que aprendimos por no haberlo hecho.
Así que, mientras escribo esto, me digo a mí mismo: vive el presente con intensidad, porque pronto será solo otro capítulo del pasado. Y aunque no puedas volver atrás para cambiarlo, sí puedes decidir cómo quieres recordarlo.